El principio del fin
El pasado viernes 11 de marzo el mundo nos levantabamos con las terribles imágenes que llegaban desde Japón trás sufrir uno de los terremotos más importantes registrados en la historia de este país, concretamente el quinto, con una magnitud de 8, 9 en la escala de richter.
El seísmo se produjo a las 14.46 hora local con epicentro en el Océano Pacífico, a 130 kilómetros de la costa de la provincia oriental de Miyagi y a una profundidad de 20 kilómetros.
Media hora más tarde, a las 15.15 hora local, un segundo terremoto, de 7,4 grados en la escala Richter se registró al sur del primero, también con epicentro en el Pacífico y esta vez a unos 100 kilómetros de la provincia de Ibaraki, a 300 kilómetros de Tokio.
Se han ido sucediendo numerosas réplicas, algunas de las cuales han alcanzado los siete grados, con el resultado de un tsunami que ha afectado a buena parte de la costa oriental nipona, donde se mantiene la alerta. Olas de hasta diez metros de altura han azotado sin miramiento las costas japonesas causando daños invaluables y pérdida de centenares de vidas. El tsunami ha arrasado con todo a su paso, desde casas, coches, barcos, hasta edificios, pero lo peor de todo y según nos han informado hasta vidas. Las pérdidas materiales son abrumadoras e incalculabres para Japón, que siempre ha destacado mundialmente por su cultura de prevención y reacción ante el desastre.
Mientras algunas naciones latinoamericanas se mantienen en alerta como Perú, Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica si se han visto afectadas levemente por el tsunami. La onda expansiva tiene tal magnitud que ha llegado a las costas de México, iniciando en la Baja California. Únicamente la Isla de Pascua en Chile y algunas ciudades de California han sufrido ciertas anomalías en el mar, pero eso si, en mucha menor medida que en Asia, sin graves consecuencias.
El primer ministro japonés, Naoto Kan, por su parte ha calificado de “grandes” los daños causados por el terremoto y no ha dudado en crear un grupo de acción para afrontar la situación de emergencia que se está viviendo.
Desde el terremoto, la comunidad internacional conmovida con el desastre ha enviado movilizaciones para colaborar con las ciudades más afectadas.Organismos internacionales y de cooperación como la ONU y la Cruz Roja Internacional se enfrentan hoy un escenario caótico en la nación nipona que sobrevive ante la catástrofe y el riesgo nuclear que crece cada día.
Después de la tempestad no llega la calma
Trás el terremoto que provocó olas de más de diez metros,como consecuencia de estos, se desató un incendio con posteriores explosiones en la planta nuclear en la central de Fukushima (localizada a 200 millas al noreste de Tokio) y accidentes en otras dos plantas ocurridos en serie posteriormente como consecuencia de los cuales fue liberado material radioactivo.
Se han provocado importantes daños en la central nuclear de Fukushima, en la que cuatro de sus seis reactores presentan problemas en sus sistemas de refrigeración. A día de hoy, y trás las explosiones que se han ido sucediendo, la nube tóxica ha llegado a Tokio y el nivel de radiación se cree que es unas 20 veces más elevado de lo normal lo que implica que dicha exposición puede traer serias consecuencias para la salud, tanto es así que se ha causado ya cuatro heridos. Por tanto cabe suponer que la alerta es máxima en Fukushima.
Ejemplo de superación
Carreteras abiertas en partes, casas apiladas bajo los puentes compartiendo reposo con los barcos. Comercios cerrados, transporte público suspendido y escasez de víveres. Pueblos y ciudades han quedado completamente desiertos. Muchas personas han quedado huerfános y sin hogar, y el pánico y la angustia están comenzando a hacer sus primeras apariciones.
Comienzan también a aparecer las primeras noticias que demuestran la fortaleza envidiable que los japoneses tienen en momentos de tensión, y es que en el pueblo de Shirakawa las voces de un grupo de niños no paran de animar a los bomberos a trabajar sin descanso.
Nadie duda en lo acostumbrados que están los japoneses a sufrir seísmos, pero lo cierto es que nadie recuerda parecido, aunque la fe no les ha abandonado: "Nadie nos había preparado para esto, pero vamos a salir adelante".
Silvia López
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